fábula

La fábula se ciñe estrictamente a dos elementos que son: su brevedad narrativa y su conclusión en una sentencia o moraleja. A diferencia de otras composiciones literarias que también tienen fines de adoctrinamiento cultural, moral o religioso, como los mitos, leyendas, poemas épicos, parábolas, cuentos maravillosos, etc., la fábula se circunscribe directamente a la interrelación entre los seres humanos dentro de una sociedad; esta característica hace que la fábula sea siempre actual por los valores universales y atemporales que transmite.
Es sorprendente la actualidad que tienen las fábulas antiquísimas de Esopo (600 años a.C.), esclavo negro que vivió en Grecia; las de La Fontaine, quien elevó a las fábulas a un nivel artístico y Samaniego, quien se preocupó por pulir la memoria literaria de sus contemporáneos con sus fábulas en el siglo XVIII.
(Texto extraído del libro Fabulas Peruanas, de Juan y Víctor Ataucuri)

Fábula. (Del lat. fabula). f. Breve relato ficticio, en prosa o verso, con intención didáctica frecuentemente manifestada en una moraleja final, y en el que pueden intervenir personas, animales y otros seres animados o inanimados.

Las características principales de la fábula son las siguientes:
  • Brevedad narrativa. El texto puede estar escrito en prosa o verso y en la mayoría de los casos es un esquema dramatizado con diálogos en estilo directo o indirecto. El estilo directo tiene lugar cuando el autor reproduce las palabras de los personajes que hablan, y el estilo indirecto cuando se reproduce la conversación entre dos personajes, pero no de manera textual.
  • El texto se basa en una conversación mantenida entre animales, que suelen ser los personajes en este tipo de relato. Estos animales suelen representar "tipos" o modelos con unas características muy definidas (ejemplo: la zorra es astuta, la hormiga es trabajadora, el lobo es feroz, etc.)
  • No todos los personajes de las fábulas han de ser forzosamente animales; también podemos encontrar plantas, objetos e incluso seres humanos.
  • Conclusión en moraleja o sentencia (a ser posible de carácter moralizante).
EJMPLO DE FABULAS:            

El águila y el escarabajo

Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo, suplicándole que le salvara.

Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.

Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos.

Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.

Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.

 Recursos que se pueden emplear en la fábula

Si introduces un diálogo, puedes "caracterizar" a cada personaje que habla de una manera adecuada.

 Observa las palabras de la liebre fanfarrona en esta fábula:

En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa, porque ante todos decía que era la más veloz. Por eso, constantemente se reía de la lenta tortuga.
-¡Miren la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa! -decía la liebre riéndose de la tortuga.
Un día, conversando entre ellas, a la tortuga se le ocurrió de pronto hacerle una rara apuesta a la liebre.
-Estoy segura de poder ganarte una carrera -le dijo.
-¿A mí? -preguntó, asombrada, la liebre.
-Pues sí, a ti. Pongamos nuestra apuesta en aquella piedra y veamos quién gana la carrera.
La liebre, muy divertida, aceptó.
Todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. Se señaló cuál iba a ser el camino y la llegada. Una vez estuvo listo, comenzó la carrera entre grandes aplausos.
Confiada en su ligereza, la liebre dejó partir a la tortuga y se quedó remoloneando. ¡Vaya si le sobraba el tiempo para ganarle a tan lerda criatura!
Luego, empezó a correr, corría veloz como el viento mientras la tortuga iba despacio, pero, eso sí, sin parar. Enseguida, la liebre se adelantó muchísimo. Se detuvo al lado del camino y se sentó a descansar.
Cuando la tortuga pasó por su lado, la liebre aprovechó para burlarse de ella una vez más. Le dejó ventaja y nuevamente emprendió su veloz marcha.
Varias veces repitió lo mismo, pero, a pesar de sus risas, la tortuga siguió caminando sin detenerse. Confiada en su velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí se quedó dormida.
Mientras tanto, pasito a pasito, y tan ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta llegar a la meta. Cuando la liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas pero ya era demasiado tarde, la tortuga había ganado la carrera.
Aquel día fue muy triste para la liebre y aprendió una lección que no olvidaría jamás: No hay que burlarse jamás de los demás. También de esto debemos aprender que la pereza y el exceso de confianza pueden hacernos no alcanzar nuestros objetivos.

Observa cómo se describe a la perrita faldera en esta fábula de Esopo:
 Un granjero fue un día a sus establos a revisar sus bestias de carga: entre ellas se encontraba su asno favorito, el cual siempre estaba bien alimentado y era quien cargaba a su amo. Junto con el granjero venía también su perrita faldera, la cual bailaba a su alrededor, lamía su mano y saltaba alegremente lo mejor que podía. El granjero revisó su bolso y dio a su perrita un delicioso bocado, y se sentó a dar órdenes a sus empleados. La perrita entonces saltó al regazo de su amo y se quedó ahí, parpadeando los ojos mientras el amo le acariciaba las orejas.
El asno, celoso de ver aquello, se soltó de su jáquima y comenzó a pararse en dos patas tratando de imitar el baile de la perrita. El amo no podía aguantar la risa, y el asno, arrimándose a él, puso sus patas sobre los hombros del granjero, intentando subirse a su regazo. Los empleados del granjero corrieron inmediatamente con palos y horcas, enseñándole al asno que las toscas actuaciones no son cosa de broma.
Los celos pueden ser muy dañinos.


 Otros Ejemplos de Fábula
La zorra y el mono disputando su nobleza
Viajaban por esta tierra juntos una zorra y un mono, disputando a la vez cada uno sobre su nobleza.
Mientras cada cual detallaba ampliamente sus títulos, llegaron a cierto lugar. Volvió el mono su mirada hacia un cementerio y rompió a llorar. Preguntó la zorra que le ocurría, y el mono, mostrándoles unas tumbas le dijo:
-- ¡ Oh, cómo no voy a llorar cuando veo las lápidas funerarias de esos grandes héroes, mis antepasados !
-- ¡ Puedes mentir cuanto quieras -- contestó la zorra --; pues ninguno de ellos se levantará para contradecirte !
Sé siempre honesto en tu vida. Nunca sabrás si el vecino que te escucha sabe la verdad y corroborará o desmentirá tus palabras.

La zorra que nunca había visto un león
Cansadas las ranas del propio desorden y anarquía en que vivían, mandaron una delegación a Zeus para que les enviara un rey.
Zeus, atendiendo su petición, les envió un grueso leño a su charca.
Espantadas las ranas por el ruido que hizo el leño al caer, se escondieron donde mejor pudieron. Por fin, viendo que el leño no se movía más, fueron saliendo a la superficie. Dada la quietud que predominaba, empezaron a sentir tan grande desprecio por el nuevo rey, que brincaban sobre él y se le sentaban encima, burlándose sin descanso.
Y así, sintiéndose humilladas por tener de monarca a un simple madero, volvieron donde Zeus, pidiéndole que les cambiara al rey, pues éste era demasiado tranquilo.
Indignado Zeus, les mandó una activa serpiente de agua que, una a una, las atrapó y devoró a todas sin compasión.
Al elegir gobernante, es mejor uno sencillo y honesto, en vez de emprendedor pero malvado o corrupto.
Había una zorra que nunca había visto un león.
La puso el destino un día delante de la real fiera. Y como era la primera vez que le veía, sintió un miedo espantoso y se alejó tan rápído como pudo.
Al encontrar al león por segunda vez, aún sintió miedo, pero menos que antes, y lo observó con calma por un rato.
En fin, al verlo por tercera vez, se envalentonó lo suficiente hasta llegar a acercarse a él para entablar conversación.
En la medida que vayas conociendo algo, así le irás perdiendo el temor. Pero mantén siempre la distancia y prudencia adecuada.


El cuervo enfermo.
Un cuervo que se encontraba muy enfermo dijo a su madre:
- Madre, ruega a los dioses por mí y ya no llores más.
La madre contestó:
- ¿Y cuál de todos, hijo mío, tendrá piedad de tí ?
¿Quedará alguno a quien aún no le hayas robado la carne ?
No te llenes innecesariamente de enemigos, pues en momentos de necesidad no encontrarás un solo amigo.

El gato y los ratones
Enterado el gato Marramaquiz de que en cierta casa vecina abundaban los ratones, encaminóse a ella y en varias veces se engulló cuantos quiso. Los afligidos, al ver que cada día faltaban algunos amigos, se dijeron en ratonil confianza:
Puesto que todos vamos a perecer, cuerdo será quedarse cada uno en su escondrijo, que el gato, por saltarín que sea, no podrá llegar entonces hasta nosotros.
Hiciéronlo así; pero el hambre, que es fecunda en recursos, sugirió al gato de atraérselos nuevamente, para lo cual, colgándose de un palo, fingióse muerto. Los ratoncillos más jóvenes comenzaron a sacar la cabeza, y aun a exponerse a salir, hasta que el ratón más viejo, llamado Roepan, que con astucia miraba al gato, exclamó:
Muerto está, compañeros, pero por lo mismo que está muerto, quedémonos todavía aquí para no turbar el esposo de los difuntos.
Hay quien asegura que al gato se le bajó la sangre a la cabeza y se murió de veras.
El varón prudente evitará ser engañado con astucias y dobleces.
La experiencia y la prudencia indican que la desconfianza es la madre de la seguridad.






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